jueves, 8 de septiembre de 2011

¿Y mi kimono? KIA!!!


El otro día viendo la película de Karate Kid (la de Jackie Chan y el hijo de Will Smith) me fijé en un momento de la película que me hizo retroceder en el tiempo. Veía como tanto Jackie como el chaval entraban a un monasterio Shaolin donde se impartían clases de artes marciales a cientos de niños en formación en medio de un patio gigantesco. Todos los zagales practicaban los mismos movimientos en una coreografía casi perfecta. Que gráciles, como gritaban al término de cada secuencia, como se empleaban a fondo y sudaban el kimono.

Nosotros los hombres siempre hemos experimentado cierta admiración por el mundo de las artes marciales, no todos somos fanáticos pero suele provocarnos esa sensación extraña y siempre se nos pasa lo mismo por la cabeza… “si me hubiera apuntado de niño ahora sería todo un judoka y estaría soltando guayas como panes”. Pero que va no lo hiciste y el siguiente pensamiento que se te viene a la cabeza es “mira esta lorza, ahora estoy demasiado mayor para aprender, mejor me apunto a nadar”, seguido de “voy a llamar a Juanjo para echar unas cervezas” todo esto mientras te enciendes un cigarrillo en el sofá.

Yo en Karate no duré demasiado, recuerdo la frustración que experimenté al entrar en el tatami y ver que todos mis compañeros vestían cinturón de algún color y la decepción tan grande de observar que había algunos de ellos con cinturones de alto nivel que ni eran gráciles, ni eran ágiles… Pero eso no bastó para abandonar mi aventura marcial.
En una de las clases practicamos compañeros contra compañeros sencillos golpes a la cara pero sin tocar, como sabrán a la hora de entrenar se utilizan unos guantes acolchados para no hacer daño en caso de contacto, pero el gimnasio estaba corto de material y alguien se iba a tener que quedar sin guantes ¿adivinan quién fue?, exacto mi contrincante que para más inri parecía que el espíritu de Bruce Lee había poseído su cuerpo.

¡Placa!, Puñete en el ojo, él sonriendo como pensando “¡Hostia que buena hostia le he calzao, ya se pegar hostias, hostia puta!”

No volví más.   

2 comentarios:

  1. Vaya por dió!

    Menos mal que mi madre fue ágil y cuando pasamos por la puerta del gimnasio de "karatedo shotokan", seguimos de largo. Aún así me hubiese gustado aprender a parar los golpes que me llevé más tarde.

    "Bruce lee, te quieren matar los chinos... bruce lee y a ti te importa un pepino... bruce lee, ay bruce lee, bruce lee... cuando vià llamar a Bruce lee, te juro que toavía está allí buscando un árbol pa pegarla una patá"

    ResponderEliminar
  2. Lo mejor para ser un gran karateka es dar cera, pulir cera.

    ResponderEliminar