Algún hijo de puta debió llevarse todos los premios molones de los sorteos de las cajas de cereales también conocidos popularmente como "Crispis".
Recuerdo aquel momento en que te levantabas por la mañana directo a por tu cola-cao (nesquick) y tus correspondientes crispis cogías la caja medio dormido, mirabas el dorso de aquel colorista envoltorio y leías... "Envía 3 códigos de barra de Choco Crispis al apartado de correos tal tal, Sant Cugat del Valles (que parece que en ese pueblo es donde ocurrían todas las cosas guays) y entrarás en el sorteo de una Nintendo".
Lo que pasaba después de este proceso nadie lo sabe, nunca se publicaban las listas de los premiados, parecía que esas Nintendos jamás tendrían dueño.
Creo que de toda esta experiencia se acuñó la frase, "le habrá tocado al hijo del dueño".
El hijo del dueño es un hijo de puta.